2.1 El discurso de la Modernidad y la Posmodernidad
Modernidad
La Modernidad en relación con el desarrollo del pensamiento humano, es un periodo que se encuentra caracterizado por la exaltación de la razón humana.
Esta razón que le pertenece al hombre, según el discurso moderno, puede darle las herramientas indispensables para elaborar construcciones que le permitan incidir de manera óptima y eficiente en el ámbito político, científico, intelectual y social. La razón humana es considerada por los modernos como la rectora del decurso histórico del hombre en todas sus esferas.
Puede tentativamente señalarse el período moderno a partir del siglo XV y continuar su transcurso hasta el siglo XIX, tomando como referente la muerte del filosofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel.
La etapa moderna trae consigo cambios vertiginosos en el acaecer humano, es la época de las invenciones, como la brújula, la imprenta, se desarrolla una nuevo método para hacer ciencia, basado en la matemática y la experimentación, es el tiempo de los descubrimientos geográficos, como el descubrimiento de América, pero también de la reforma luterana que representa la escisión de una iglesia cristiana que había ejercido un papel demasiado importante en la etapa escolástica anterior, también se dan importantísimas revoluciones como la revolución francesa en plano socio-político y la revolución industrial en plano de la técnica y el desarrollo, surgen nuevas clases sociales y con ello nuevos avatares para la historia de la humanidad.
En este periodo surge la idea de progreso como la meta que persigue la razón humana. A través de la ciencia, del pensamiento, de lo social, de lo político, para alcanzar un mejor futuro, la razón debe de proveer la solución más conveniente para la construcción de dicho progreso. Esa es la modernidad, y esos son sus ideales.
Posmodernidad
Por otra parte, en la época contemporánea ha surgido una nueva perspectiva, en el modo de ver la realidad, los grandes constructos racionales de la modernidad que pretendían explicar lo que es el mundo, el hombre y a Dios, la ciencia y el progreso han resultado fallidos, hay una actitud muy generalizada que podría resumirse en la palabra “desencanto”, este desencanto, pero también crítica y deconstrucción histórica, puede denominársele la condición posmoderna.
Esta condición de “desencanto, crítica y deconstrucción” se encuentra en muchos pueblos dominados por el capitalismo, victimas de una economía de mercado y del desarrollo técnico, que fundamentan una sociedad carente de ética. También existe entre muchos intelectuales que combaten el dogma ilustrado del progreso indefinido de la humanidad, y del sueño clásico de la fundamentación y consecución de verdades objetivas, universales y necesarias.
La idea de progreso
¿Progreso? Cuestionan los posmodernos ¿y para qué?, primeramente dicen, es cierto que la ciencia, el dominio de la naturaleza y el desarrollo técnico nos han dado un cúmulo de excelentes beneficios, pero bajo que costo: ¿bajo la posibilidad de haber engendrado dos guerras mundiales? ¿La construcción de bombas atómicas? ¿La creación de campos de concentración como Auschwitzs para el exterminio de pueblos discriminados? ¿La generación de un sistema capitalista que desplaza a cientos de millones de gentes que viven en medio de pobreza, hambre y desesperación? ¿La sensación interna de un sin-sentido y tedio de la vida en medio de estas problemáticas?, ¿para eso el progreso?, ¿aceptamos verdaderamente pagar este precio por dicho progreso?, es mejor resignarse a aceptar el mundo tal y como es, dirían los posmodernos.
Jean François Lyotard argumenta acerca de la idea de desarrollo, llamándole el “más vergonzoso de los nombres” porque con el pretexto de llevar a la humanidad a su libertad a través del progreso, esa promesa no se ha cumplido. Y no es que moleste el hecho de que se haya olvidado que el progreso era para el servicio de la humanidad, sino que la propia idea de desarrollo, de progreso que existe, impide cumplirla. Porque todo lo que se ha hecho bajo esa idea ha llevado a incrementar el analfabetismo, el empobrecimiento de los pueblos del sur y del Tercer Mundo, el desempleo, el despotismo de la opinión, se ha impuesto la ley de que es bueno es lo que es más eficaz. A eso, Lyotard dice que nadie se atreve a llamarlo “progreso”.
La caída de los Metarrelatos
Para la condición posmoderna también desaparece la creencia en los metarrelatos, es decir ya no se aceptan como validas las construcciones filosóficas o religiosas que pretenden explicar la vida y su sentido, aquellas construcciones que hablan del hombre, del mundo y de Dios, ahora son considerados fragmentos inconexos sin significado alguno coherente. La historia en si misma son episodios dispersos, múltiples, si unidad alguna. Los historiadores son los que hilvanan y agrupan sucesivamente el acontecer, pero es una construcción que responde a actitudes caprichosas. Los “metarrelatos” que pretenden explicar la historia son ficciones y entretenimientos de hombres desocupados.
Hay explicitas diferencias entre lo que es la modernidad y lo que implica la condición posmoderna, de manera concluyente puede decirse que la posmodernidad consiste en la desilusión y desencanto de los ideales proyectados en la época moderna.
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